Retrato de Baroja con abrigo, Kafka con sombrero y Pessoa, gafas y pajarita. Así se titulan estos tres libritos que se regalan mutuamente Jesús Marchamalo y Antonio Santos. El primero los escribe, conjurando en cada uno de ellos la parte más íntima, más tierna y -por qué no- más adorable de estos tres autores clásicos. Santos los ilustra, para que de las palabras de Marchamalo se dibujen líneas que nos enseñen en todo su esplendor el sombrero de Franz o las flamantes gafas de Fernando.
Baroja tiene abrigos, insomnio, y un último cumpleaños.
El imaginario de todo autor tiene siempre dos o tres cosas que todo el mundo sabe: su obra más famosa, su ciudad de nacimiento, los acontecimientos de su muerte. No es allí donde se detienen Jesús Marchamalo y Antonio Santos. Ya sabemos de El árbol de la ciencia y de otros datos wikipédicos sobre Baroja. ¿Pero sabía usted que Baroja tenía gatos? ¿Que siempre los tuvo? ¿Que los de su infancia se llamaban Chepa y Apitita?
El Retrato de Baroja con abrigo nos enseña sobre sus gatos, sobre el frecuente insomnio que poblaba sus noches o sobre algunos detalles de su último cumpleaños. Y sobre sus dos abrigos, por supuesto.
Kafka tiene un sombrero, un tío de Madrid y una mazmorra de papel.
De lo primero que nos enteramos en Kafka con sombrero es de la aventura de un Kafka de niño que fracciona diez céntimos para dárselos a un mendigo en cuotas. Nos enteramos de la reacción extrañada y algo enfadada del mendigo, y del llanto posterior del pequeño Franz. (Todo, notará el lector, muy kafkiano).
Pero el retrato no ha hecho más que comenzar: junto a las palabras de Marchamalo y las ilustraciones de Antonio Santos conoceremos a un tío madrileño de Kafka, conoceremos su opresivo, asfixiante despacho (donde llegan con frecuencia las Cartas de Félice) y mucho más. ¡Chapó!
Pessoa tiene gafas, pajarita y amigos invisibles.
Llegamos a la última entrega de este dúo que no para de vestir, adornar y retratar a queridos autores: Fernando Pessoa: «Era fácil verlo caminar por La Baixa, paso resuelto, airoso, diríase marcial bajo la gabardina, como una estatua premonitoria de sí mismo. Vestía traje oscuro, sombrero, gafas y pajarita, mal anudada, lacia como un pájaro muerto sobre el cuello de la camisa de un blanco nuclear, y un bigotito isósceles, ralo y rojizo…». A una descripción tan bonita como efectiva se añadirán todos los amigos invisibles de Pessoa, aquellos que quizás prefiguran todas sus voces, todos sus alter ego, todos los poetas.
Tres libritos deliciosos, tres autores con ropa y gadgets nuevos, y un dúo escritor / ilustrador que -esperamos con ganas- continúe haciendo de las suyas.