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El nombre de tu gato: T. S. Eliot explica en verso por qué elegir bien es tan importante (¡y complicado!)

En Nórdica, entre otras muchas filias literarias, sabéis que somos de gatos. No han sido uno, sino cuatro, los títulos que giran alrededor de nuestro felino predilecto. Después de El paraíso de los gatos, Perros y gatos bajo la lupa de los científicos (Nórdica Infantil) y El gato con botas, nos lanzamos a por el sentido del humor y el afecto de T. S. Eliot en los poemas de su libro El libro de los gatos sensatos de la vieja Zarigüeya.

 

 

El autor de La tierra baldía descubre aquí una faceta inédita y totalmente diferente, guiada por la imaginación gatuna. En cada uno de los poemas de El libro de los gatos sensatos de la vieja Zarigüeya, entre hilarantes y entrañables, el lector y amante de los gatos encontrará incontables guiños e historias para sentirse identificado. ¿Habrá alguno de los gatos que describe T. S. Eliot parecido al tuyo?

Compartimos el primer poema del libro, que habla de algo no menos importante: La importancia y los intríngulis que tiene ponerle nombre a tu mascota. ¿Creéis que tiene razón? ¡Adelante con los versos gatunos de T. S. Eliot!

El nombre de los gatos

Ponerle nombre a un gato, no te asombres
es cosa complicada y no banal.
Seguro que piensas que estoy muy mal,
pero es que un gato ha de tener tres nombres.

De ponerle el primer nombre se encarga
la familia. Serán nombres de gente
común: Pedro, Gabriel, Ana, Vicente.
Ya veis, la lista puede ser muy larga.

Claro que algunos prefieren la opción
de emplear nombres más rebuscados
en los eufónicos tiempos pasados:
Electra, Godofredo, Napoleón.

Pero los gatos, que son muy soberbios,
han de emplear apodos contundentes
que les ayuden a ir entre las gentes
con paso firme y sin perder los nervios.

Son nombres que no podrás pronunciar
sin trabucarte: Munkustrap, Walstato,
Bombabulina, Explorer. Cada gato
ostenta así un nombre particular.

Queda otro nombre, pero no hay accesos.
Sólo el gato conoce el tercer nombre
y nunca lo dirá a un hombre
por mucho que lo mimen con mil besos.

Así que, cuando un gato ensimismado
contemples, es seguro que, coqueto,
en su mente repite el gran secreto,
como un mantra sagrado

impronunciable
pronunciable
pronuncimpronunciable
inescrutable, hondo, singular,
su Nombre de verdad.

T. S. EliotEl libro de los gatos sensatos de la vieja Zarigüeya

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