No había cumplido los 30 años todavía cuando Washington Irving publicó su Una historia de Nueva York, y sin embargo quedó demostrado que su corta edad le había bastado para convertirse en un maestro de la sátira y el dueño de una imaginación desbocada. Para prueba, qué mejor que el título original, completo (y un poco más largo) de la obra:
Traducido al castellano:
Historia de Nueva York desde el principio de los tiempos hasta el fin del dominio neerlandés, la cual contiene, entre muchas cuestiones sorprendentes y curiosas, las inenarrables reflexiones de Gualterio el Dubitativo, los desastrosos proyectos de Guillermo el Irascible y los hidalgos logros de Pedro el Testarudo, los tres gobernadores neerlandeses de Nueva Ámsterdam, en la que es la única historia auténtica de la época que ha sido o será publicada.
Sin embargo, una obra con tan vistoso nombre no era suficiente para Irving: semanas antes de la publicación del libro, y de manera anónima, el autor publicó en el periódico una serie de avisos donde se inquiría sobre un tal Knickerbocker, al parecer un «caballero menudo y entrado en años» que había desaparecido de su hospedaje sin dejar rastro:
Y es que Una historia de Nueva York no es solamente una sátira donde los hechos y la ficción se mezclan hasta volverse indistinguibles uno de otro, es también una elaborada farsa –quizá uno de los primeros hoax literarios– en la que la publicación del libro es una manera de recaudar fondos para saldar la deuda de Dietrich Knickerbocker (quién figura como autor del libro) con Seth Handaside, el dueño del hotel donde Knickerbocker fue visto por última vez.
La obra no estuvo despojada de polémica: Irving (en boca de Knickerbocker) narra una historia de los orígenes de Nueva York despiadadamente ácida, desde la época en que la ciudad llevaba el nombre Nueva Ámsterdam y estaba habitada por las colonias neerlandesas, es decir, los antepasados de importantes familias neoyorkinas que encontraron ofensivas las burlas y caracterizaciones del libro.
Sin embargo, entre todas las bromas hay también mucha seriedad en esta Historia de Nueva York. Washington Irving forjó la obra en una época en que Nueva York enfrentaba una crisis de identidad y en la que todavía no había mucho material escrito sobre la ciudad. Irving derrocha imaginación y humor, pero también forja de una manera notable toda la primera mitad del XVII neoyorkino, investigando en las bibliotecas y trabajando pacientemente.
Esa combinación de rigurosidad y humor transgresor, de investigación tradicional y mercadotecnia de vanguardia (quién puede dudar que Irving no sabría generar memes virales si publicara sus obras en el siglo XXI), convirtieron a Una historia de Nueva York en un libro muy léido, hasta tal punto que el término knickerbocker sigue siendo parte del imaginarior colectivo y forma parte, a día de hoy, de la jerga para designar a los nativos de Nueva York
Todas estas razones convierten a Una historia de Nueva York en un libro que nos enorgullece muchísimo publicar, con una traducción impecable de Enrique Maldonado Roldán.
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+ Washington Irving en Nórdica Libros.
+ Un interesante artículo sobre Knickerbocker
y su relación con Nueva York, en Finebooks Magazine. [inglés]